Articulo de Víctor González

Cada vez es más habitual ver en nuestros ríos a un tipo de pescador un tanto diferente, enfundado en unas botas que parecen de tela y que, mediante el sutil cimbreo de una fina caña de pescar, impulsa hacia adelante y hacia atrás un grueso sedal de colores llamativos. Son los mosqueros, en su mayoría pescadores de truchas, aunque cada vez hay más adeptos a perseguir otras especies, tanto de agua dulce como salada.

 Y es que, queramos o no, la pesca a mosca tiene mucho de estética y de conservación. Quien no se ha quedado prendado al ver a un mosquero en acción de pesca, admirando ese sincrónico ir y venir de una gruesa línea colorida en el aire, y como deposita sutilmente una imitación de insecto sobre las aguas. Pero no solamente esto llama la atención al curioso observador que ve como el mosquero, tras disfrutar la pelea con un bonito pez, lo devuelve con cariño y extremo cuidado al mundo al que pertenece. Quizá, esta relación entre pesca a mosca y conservación sea el fruto de años de educación sobre los valores y usos de nuestros ríos, que nada tiene que ver con los de años pasados. Años a, en los que uno de los principales usos del río era la obtención de peces destinados a la alimentación. Hoy en día este enfoque ha dado un giro de 180 grados siendo el uso recreativo de nuestras aguas continentales el más demandado por la mayoría de usuarios, que estiman los valores naturales de nuestros ríos por encima de otros.

Volviendo de nuevo a la pesca a mosca, el ávido observador se preguntará cómo el mosquero puede poner a más de una decena de metros una sutil imitación de insecto. Posiblemente, conocedor de otras técnicas clásicas de pesca lo intentará relacionar y descubrirá que en la pesca a mosca no se lanza una mosca, pues carece de peso, sino que se lanza una línea que es la encargada de transportar la mosca cerca de la zona de alimentación del pez. Y es, precisamente este hecho, la utilización de una línea pesada, lo que diferencia la pesca a mosca de otros estilos de pesca en los que la masa está concentrada en el señuelo.

** Víctor González es instructor de pesca a mosca y pescador desde hace mas de 20 años, además cuenta con un largo historial como activista implicado en la conservación de los ríos en asociaciones como ACPES y AEMS Ríos con Vida.

En una próxima colaboración: Víctor nos mostrará los pasos a seguir para configurar correctamente un equipo de pesca a mosca adaptándolo a nuestras necesidades y circunstancias……..

El agua dulce representa únicamente el 2,5% del agua de la Tierra. Esta se encuentra en ríos, humedales, lagos y su mayor parte congelada en glaciares y casquetes polares. Aproximadamente el 96% está en estado líquido en zonas subterráneas y acuíferos, y solo la pequeña fracción restante se localiza en la superficie del Planeta o en la atmósfera.

Las especies de agua dulce son vitales para mantener saludables los ecosistemas de los que extraemos el agua para el consumo humano. Nuestra propia supervivencia depende cada vez más de ellas, sin embargo, con la regresión y deterioro de las condiciones y características biológicas de los hábitats, el número de especies está disminuyendo e incluso desapareciendo de forma alarmante .

Video debajo de Trucha Común Autóctona de Andalucía en su hábitat natural.

En esta deriva, estamos mirando para otro lado mientras destruimos valiosos enclaves medioambientales. a pesar de que cada vez más estudios coinciden en mostrar un panorama desolador. Mientras, avanzamos hacia un futuro incierto para el hombre en el que se pondrá en cuestión nuestra seguridad alimentaria. Las especies piscícolas presentes en los ecosistemas de agua dulce, se ven afectadas básicamente por el desarrollo humano. En este sentido, es importante crear conciencia sobre la importancia y el valor de estas especies y sus hábitats, dando a conocer cuáles son sus mayores amenazas:

Entre otras causas:

  • La contaminación.
  • La regresión del número de ecosistemas sanos.
  • Las extracciones de agua y desecaciones.
  • Las centrales hidroeléctricas, presas, diques.
  • El deterioro generalizado de ríos y riberas.
  • Los proyectos de marcado impacto ambiental.
  • La pesca con cupo.
  • El urbanismo desmedido.
  • La deforestación.
  • El cambio climático.
  • Las explotaciones de extracción de arena.
  • La falta de vigilancia en el cumplimiento de normativas.
  • Los cambios de uso de suelo y la agricultura insostenible.
  • Las especies exóticas invasoras que traen depredación, enfermedades y compiten por el alimento y el territorio.

«No olvidemos que a estas especies que ahora están en serio peligro debido a la actividad humana, quizá les quede poco tiempo, y sin el hombre, han sobrevivido en la Tierra durante cientos de miles de años».

El informe Planeta Vivo 2020 (WWF) señala que las poblaciones mundiales de mamíferos, aves, reptiles, anfibios y peces han disminuido un 68% desde 1970, una cifra que llega hasta el 84% en los ecosistemas de agua dulce, donde la biodiversidad disminuye a un ritmo más rápido que en los océanos o los bosques. Con los datos disponibles se sabe que, en poco más de dos siglos, casi el 90% de los humedales del planeta han desaparecido. Además, los datos de recientes cartografías globales, demuestran el alto grado de alteración que las actividades humanas han producido en millones de kilómetros de ríos. No olvidemos que a estas especies que ahora están en serio peligro debido a la actividad humana, quizá les quede poco tiempo, y sin el hombre, han sobrevivido en la Tierra durante cientos de miles de años.

La disminución en las poblaciones de peces, anfibios y reptiles, son indicadores directos de que algo no va bien en el entorno que compartimos los seres humanos y los animales. La naturaleza es nuestro sistema de soporte vital, debemos conservar estas masas de agua y sus especies, cambiar esta dinámica de pérdida continua de biodiversidad, pero no lo conseguiremos tan solo con medidas de protección si no hacemos avances y modificaciones hacia modelos de producción y consumo más sostenibles. Unos ejemplo: A pesar de que el agua es un recurso escaso, se siguen cambiando usos de suelo y aumentando la superficie dedicada a regadío. Los humedales y cauces de los ríos son desecados por el expolio del agua y es necesario revertir esas prácticas de forma contundente.

En esa línea de agresiones, precisamente esos cauces que son fundamentales para muchas de las especies autóctonas amenazadas, sufren drenados, son entubados, represados, fragmentados con derivaciones y sometidos a anomalías de caudales, por las construcciones relacionadas con la industria hidroeléctrica. De esta forma no permiten que las aguas fluyan con naturalidad, los peces no pueden remontar hasta sus áreas ancestrales de desove, la calidad y parámetros del agua se ven alterados y su genética se devalúa atrapados en cárceles de tramos de río sin futuro, una circunstancia agravada por la falta de conciencia medioambiental, y la escasa vigilancia en el control de las concesiones y en el cumplimiento de las leyes en materia de caudales ecológicos.

Las especies exóticas invasoras tienen efectos muy negativos y provocan el declive e incluso la extinción de especies autóctonas, además de afectar de múltiples formas a los propios ecosistemas. Son animales, plantas, hongos y microorganismos, que han sido introducidos de forma natural, accidental o intencionada en nuestro medio natural y han logrado adaptarse. Además de ser portadoras de enfermedades, compiten con las especies autóctonas por el alimento y el territorio, siendo una de las principales causas de pérdida de biodiversidad. Entre otras, las causas de su introducción es la piscicultura, mascotas o intencionadamente para la práctica de la pesca «deportiva». Se crea una lucha por la supervivencia en el que las especies autóctonas está en clara desventaja.

En definitiva, estamos destruyendo zonas que albergan gran biodiversidad a un ritmo sin precedentes en un momento de incremento de las temperaturas y ausencia cada vez mayor de lluvia. Los humedales actúan como sumideros de CO2 y son despensas de agua, ahí está su valor, en la capacidad de almacenaje de recursos hídricos de los que dependen aves, anfibios, reptiles, peces, macroinvertebrados, especies de flora etc. Por todo esto, es urgente protegerlos y cuidarlos, porque al mismo tiempo, estaremos preservando a todo el conjunto de especies dependientes del agua dulce… incluida el hombre.

No debe esperase que sean solo los gobiernos quienes avancen en ese sentido: Cada uno de nosotros puede realizar pequeños grandes gestos como reducir los residuos, depositarlos en sitios adecuados, reciclar, ahorrar agua, consumir productos de nuestro entorno cercano, denunciar vertidos, aunque sea a través de redes sociales, pero démosle difusión, hagamos ruido y por supuesto, penalicemos a las empresas que los realicen no consumiendo sus productos. Debemos exigir a quien compete una correcta gestión en la depuración y tratamiento de las aguas residuales. Dotar de figuras de protección a los ecosistemas en situación crítica y con escaso número de ejemplares, como primer paso hacia su conservación, así como restaurar paulatinamente los espacios que hemos perdido en el camino, una circunstancia que dará la oportunidad a muchas especies de sobrevivir y se disfrutadas por las próximas generaciones. Únete como voluntario a las asociaciones o colectivos sociales que luchen por estas premisas. Aun pareciéndote simple tu grano de arena es vital y suma. Todos tenemos la responsabilidad de trabajar en pro de conservar la maravillosa biodiversidad y riqueza natural que nos ha sido legada.

En Andalucía contamos con 211 humedales catalogados en el Inventario de Humedales de Andalucía (IHA), de las cuales 148 son o forman parte de la «Red de Espacios Naturales Protegidos» (Renpa). Además, Andalucía, también es la región con más «Sitios Ramsar del Estado Español», tanto por su número como por su superficie, con 25 espacios que superan las 141.000 hectáreas.

PD: Si eres pescador, no lo dudes, la pesca sin muerte está en tu mano y tomarla como filosofía es la mejor manera de involucrarte en la solución.

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